Había una vez un hombre llamado Joaquín que decidió abrir una tienda de ropa en el centro de la ciudad. Juan tenía mucha experiencia en la industria de la moda, pero no tenía mucha experiencia en la gestión de negocios. A pesar de que su tienda estaba ubicada en una zona muy transitada, no tenía muchos clientes.
Joaquín decidió hacer algunos cambios en su tienda, como cambiar la disposición de la ropa y agregar algunas piezas nuevas, pero nada parecía funcionar. La tienda estaba ubicada en un edificio histórico, y las reglas de la ciudad no permitían colocar letreros o rótulos que pudieran dañar la fachada del edificio.
Joaquín estaba desesperado y no sabía cómo aumentar sus ventas. Un día, conoció a un rotulista llamado Luis, quien también era propietario de un pequeño negocio en la ciudad. Luis se dio cuenta de la difícil situación de Joaquín y le ofreció una solución. Luis le propuso crear unos rótulos de quita y pon que pudiera colocarse en la puerta de la tienda y retirarse después de las horas de trabajo. De esta manera, Joaquín podría atraer a nuevos clientes sin dañar el edificio.
Joaquín aceptó la oferta de Luis y pronto su negocio comenzó a florecer. Los rótulos que Luis creó eran muy atractivos y llamaban la atención de los transeúntes. Los clientes comenzaron a entrar en la tienda con más frecuencia y a comprar más productos.
Con el tiempo, Joaquín se hizo amigo de Luis y comenzó a pedirle consejos sobre cómo mejorar su negocio. Luis le ofreció algunas ideas y recomendaciones útiles que ayudaron a Joaquín a expandir su negocio.
Gracias a la ayuda de Luis y su rótulos de "quita-y-pon", Joaquín logró convertir su tienda de ropa en un negocio exitoso y próspero. Hoy en día, Joaquín tiene varias tiendas en la ciudad y es un ejemplo de éxito en la industria de la moda local.
